TOMÁS L. CHAVES ANTOLÍN. Miradas al pasar.
  • EN AQUEL TIEMPO (blog)

...y llegó el Día de Reyes.

6/1/2018

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Como cada año, aquel caluroso Agosto, Antonio, el viajante de juguetes llegaba a la tienda de mis padres. Y esto era así desde el principio de los tiempos, vamos, desde que tengo uso de razón.
​Ese día comenzaba todo un ritual que duraba no menos de tres, alargados a bien entradas sus noches.
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Imagen extraída de una factura del 0´95 almacén de juguetes.

Pero sigamos con  nuestro viajante . Era hombre rebosante de bondad... y constitución. Solía llegar en el ómnibus de las 9 de la noche, tocado con su sombrero Panamá, una  pequeña maleta en una mano y en la otra, pese a la hora, el imprescindible pañuelo, que humedecía en cada una de las cuatro fuentes públicas del recorrido. Hasta la Fonda Muñoz, en la cima del pueblo, donde llegaba agotado pero impoluto.
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Muchos años después vi en Málaga un cartel de cervezas Victoria y me impresionó que el personaje era idéntico a él.

Para mi era como el indiano familiar que cada año venía cargado de regalos.
Al día siguiente y bien temprano, Manolito Morilla con su carrillo de mano, se hacía cargo de transportar hasta la tienda de mis padres, el preciado cargamento, su gran muestrario de juguetes que, llegado en el mercancías horas antes,  se guardaba en el almacén del muelle de la estación.

​Eran más de 20 maletas de cartón piedra de dimensiones gigantescas: calculo que de metro por setenta centímetros, no menos de otros setenta de alto y cada una sujeta por un correaje, que cerraban dos hebillas con sus respectivos candados.
​A la altura “dan ca la Quesita”, el carrillo de nuestro transportista paraba en seco. Dejaba de sonar el punzante chirrido del eje, silenciando la rueda de hierro sobre los adoquines. Había que coger fuerzas para superar “la cuesta de la estación”.
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​Antigua foto de la calle, con la estación de ferrocarril al fondo.

Tras el breve descanso, seguía hasta la puerta del Practicante. Dos salivillas a las manos, mirada a la cuesta de la calle la Palma y ¡vamos allá! directo a la plaza de la Iglesia.
​Don Antonio ¡Ahí están! dice Manolito con su bondadosa sonrisa, ufano y satisfecho de llegar en tiempo y hora.
Cuatro baúles, más que maletas, se alinean junto a la puerta  de la droguería. Son las nueve de la mañana,  Lorenzo y Ángeles reciben con agasajo a Antonio. Manolito marcha a tomar el café que el viajante le ha pagado “an Ca Perá”.  Ya sabe que a medio día ha de portearlas de nuevo a la estación y subir otras tantas para la tarde/noche. Y así durante los próximos dos días.

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En aquellos años, El Pedroso tenía paisajes que bien podrían ilustrar una postal navideña. (Foto del autor)

Clientes y maletas no cabían dentro de la tienda por lo que, de una en una, comenzaba la sesión. Mi madre despachaba en una zona del mostrador y en el otro extremo, Antonio iba enseñando a mi padre juguete a juguete, su funcionamiento si lo tenía y todas sus cualidades.

Y allí estaba yo, subido a la sillita para llegar al mostrador, con mi padre detrás.


A la altura de mis ojos iban desfilando muñecas de cartón piedra, motos, barcos, coches y camiones de hojalata, el mono de los platillos, el que subía por la cuerda o el tobogán de bolas…, sin olvidar tambores y trompetas, cocinitas, pistolas, soldaditos de goma, apaches, cowboys, la diligencia, el carromato, maquinitas de coser y planchitas de planchar, más muñecas, el Coyote y su antifaz, los trenes a cuerda o sin ella..., el Tumbelino al que Mª Dolores León arrancó un brazo el mismo día de Reyes y allí que se presentó su madre a reclamarle a Lorenzo: "¡Lorenzo, pero si esto está lleno de serrín!"... por algo es Tumbelino, le dijo mi padre y las risas de ambos aún suenan por la plaza.
Más tarde llegaron los
Juegos Reunidos Geyper, el tiburón Payá o la excavadora Clim, que Consuelo encargó para su niño y fue la única que hubo en el pueblo el año de su lanzamiento televisivo.
Sí, para entonces ya hacía años de
Bonanza, sonaba Escala en Hi-Fi..., pero el ritual seguía sin cambios.
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El que suscribe en el año 1952 en el patio de la casa de Angelina Romera.

Antonio anotaba en su bloc con papel carbón para dejar copia a mi padre y, como siempre, la primera parte de aquel desfile terminaba a las 14:00 h.

Por tradición, el primer día, mi madre lo invitaba a comer en casa, pero no aceptaba más veces
 “… para descansar un rato,  Ángeles.”

​Hoy, recordándolo, estaba más cerca de un Papá Noel, por su aspecto orondo y bonachón, que de los Reyes Magos. Claro está, el señor de los renos aún no había llegado por estas latitudes. Y bastante tenían los padres con el 6 de Enero como para que este buen hombre, 
​también trajera regalos en Navidad, no eran tiempos de dispendios ni para los de Oriente.

Pese a mis años de estudio interno en los franciscanos, no dejé de ver a Antonio cada mes de Agosto, pues coincidían sus visitas con mis vacaciones.
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A la derecha, los seminaristas franciscanos, Antonio Moreno y este que lo fue. A la izquierda, de monaguillo,  Joaquín Durán.

De este modo, permanece en mi memoria su poca simpatía por los juguetes de plástico; aquello empezaba a evolucionar  “…¡cómo se va a comparar una bonita litografía en chapa a esto…!” y mostraba el Renault Dauphine de Payá, con sus faros en aquel terrible verde fosforito que lo encendían, no a los faros, si no a él hasta la irritación.
Con resignación y mostrándole un Taxi de hojalata del mismo fabricante, le decía a mi padre: 
Lorenzo, este coche ya no lo quiere nadie, el año que viene dejan de fabricarlo. Pero ¡habráse visto!

Y ahí lo recuerdo, con el juguete en su mano, los labios apretados y la mirada triste, sentenciando  cual Hamlet a la calavera : Se acabó Lorenzo, se acabó. Para los niños ha comenzado otra era. 
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Dejando la trascendencia, algo impostada
​sin duda, volvió a su libreta y continuó: 
no se te ocurra comprarme ni uno, esto ya es una macana.


Años sesenta. "...el Renault Dauphine de Paya, con sus faros en aquel terrible verde fosforito..."

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Algunos juguetes de hojalata de Payá, estuvieron en el catálogo de este legendario fabricante, desde el primer cuarto del siglo XX,  hasta entrados los años 60. 
Los nuevos, traían también nuevos catálogos, pero con  imágenes más cercanas al modelo real que al juguete.


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Antonio murió poco después de cumplir mis quince años y al enterarme, sentí que con él se fue una importante etapa de mi vida. Siempre lo recordaré como el extraordinario Mago que sacaba de una maleta un mundo de sueños hechos realidad.
Y ciertamente, el plástico comenzó a invadirlo todo.
Al parecer aquello era un gran avance, de manera que el ciclo de la vida seguía, también para los difuntos.
​En los días precedentes a la celebración en honor de los que nos dejaron, la tienda se llenaba de un perfumado pero extraño olor que ocultaba el característico de la droguería. Era diferente a todo porque diferentes eran aquellas flores, sí, ¡de plástico!
​​Clientas habituales o no, acudían a comprar aquel novedoso exorno que aseguraba el recuerdo por más tiempo que las flores naturales.
​Llegado el Día de Todos los Santos, estaban agotadas las remesas que mi madre había traído (este "negociado", el de la perfumería y los artículos de regalo, eran su territorio). 
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Y esa misma noche, al cierre, comenzaba el zafarrancho de trasladar todos los artículos habituales a la trastienda.
Días antes habían llegado varios cajones de madera y de grandes dimensiones, llenos de juguetes.
Quitándoles horas al sueño, mis padres los habían etiquetado con el precio. Estanterías y escaparate estaban ya disponibles y, diríase que como en línea de meta, muñecas, coches, caballitos... esperaban con ansiedad ocupar la primera fila.
​Aún recuerdo a Lourdes, la pequeña,  metida en aquellos embalajes una vez vaciados, jugando como si de "casitas de madera" se tratara. Ya era tradición entre los hermanos.
​​Del techo colgaban los juguetes más voluminosos como triciclos, caballos grandes de cartón, bolsas llenas de balones… cada hueco era invadido por la troupe variopinta que alternaba con libros de cuentos, panderetas, christmas y espumillón. Todo ocurría sin solución de continuidad. De inmediato comenzaba el desfile infantil por el escaparate, con la nariz pegada al cristal, y el de las madres por la tienda para hacer “los apartados”, aquella fórmula que permitía, a los menguados bolsillos, ir pagando poquito a poco hasta recogerlos en la víspera de Reyes.
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Esta foto de Santos Yubero, ilustra  a la perfección el relato.

SE APARTAN JUGUETES, decía el cartel que mi padre rotulaba cada año con primorosa tipografía.  

La locura del 5 de Enero en la tienda es memorable. No había manos para atender tanta demanda. Cuando mis hermanos y yo íbamos haciéndonos mayores, ayudábamos en semejante avalancha, pero hasta entonces, Ángeles y Lorenzo, con la tita Estefanía cuidando a los vástagos, se las apañaban cada año. Sin olvidar a mi primo Paco y la prima Manuela, y las dependientas que a traves de los años les fueron imprescindibles, como  Adela, Trini, Rosarito, Mª Dolores, Isabel…
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Las únicas fotos de la tienda que conservamos las hizo Winoco. En esta, que coloreé más tarde, Trini Fernández y mi hermana María de los Ángeles, posan en la zona donde estaba la perfumería. Era como un Corte Inglés en pequeño, menos comestibles, ropa y zapatos, encontrabas de todo.

Sí, en El Pedroso también había Cabalgata. Recuerdo en mi infancia, allá por los primeros 50, a Angelina Romera (íntima amiga de mi madre) presidiendo la carroza de la Estrella… esa es la imagen fascinante que me perdura, ni la de un Rey, pastores, ni nada de nada, hasta aquel otro tiempo en que, a iniciativa de Winoco, un grupo de jóvenes comenzamos en los locales del antiguo Auxilio Social/Frente de Juventudes, a confeccionar aquella otra cabalgata que alcanzaría el éxito de pequeños y mayores.
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Todo el pueblo participaba, desde el Latero, "para lo que quieran mandar", a  Cornelio en la madera de las carrozas y el montaje en los exteriores de su carpintería. Ángeles y Lorenzo con el papel de plata y el espumillón... y si había que hacer un Bambi gigante, Juan el herrero torcía varillas, soldaba y terminaba el armazón en tiempo y hora, Pepe el Ditero pondría la tela de fieltro, las costureras lo coserían... otra cosa era encajar aquella funda
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Uno de aquellos veranos, fotografié a Ignacio Guerra Fernández, 
"el Latero", en la puerta de su taller. Al fondo la fragua de Ramón

de cervatillo, con su relleno de borra, en semejante estructura. O se quedó corta la tela o al tierno animal le había salido una deformidad en su jamón derecho. Pero ahí seguía el cirujano Ramón, que no tardó en serrar, encajar y soldar de nuevo aquel esqueleto. Nada como tener a mano un traumatólogo. ​
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Finalmente, aquel 1968, Bambi, llevó sin dificultad la carroza de la Estrella presidida por Adulfa Martínez, Mauri Giles y Carmen Brito. 

Y así transcurría el tiempo hasta la Noche Mágica, que culminaba en la apoteosis de la Cabalgata de El Pedroso.

Sea esta  referencia, solo para dar pie a quienes más saben de aquellos avatares, e invitarles a que cojan papel y pluma.
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Meme Cataño, Mª de los Ángeles Chaves y Mª Carmen Jiménez, dieron luz a la Cabalgata de 1969. El archivo fotográfico de Winoco sigue siendo crucial para la historia pedroseña.

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El año anterior, entrado en mi veintena, representé al rey Gaspar junto a los hermanos Guerrero, Juan Ignacio y Manolín, en los papeles de Baltasar y Melchor. La foto es en casa de Cornelio y Angelita. Detrás los pajes Gonzalo y Pepe Neyra. Al fondo, la autoridad, representada por el municipal  Antonio Enciso.

Volviendo unos años atrás, y como curiosidad, los juguetes que Lorenzo y Ángeles encargaban a sus Majestades para sus hijos, nunca estaban puestos a la venta. Era una manera de preservar la inocencia en aquel estado de cosas y  mantener nuestra ilusión como la de cualquier otro niño.
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...Así, este camión de bomberos de Rico (y en mi colección), aquel año no se vendió en la tienda, porque los Reyes Magos lo trajeron para mi hermano Salvador.

Llegados a hoy, uno cree en pocas cosas, pero  con estas constataciones, vista y vivida tanta ilusión, nada podrá sustraerme de que los Reyes Magos existen, que se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar, que vienen de Oriente donde dejaron oro incienso y mirra al Niño Jesús, hasta donde fueron guiados por una estrella. Otra cosa es que con tanta demanda, no puedan acudir a todas partes, por lo que los padres somos sus delegados en la noche del 5 al 6 de Enero, eso sí, con el compromiso tácito de que esta segunda parte se la contaremos cuando sean mayores.
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... y para quien quiera constancia, ahí los tenéis, en la foto que les hice en mi Belén la pasada Navidad. ​

Mientras tanto, así lo siguen viviendo mis nietos, que conviven en su cole, en paz y armonía, con niños judíos, musulmanes, católicos, protestantes y sabe Dios de cuántas creencias y razas más.

Esperemos que así sigan, pese a que atolondrados mayores quieran disfrazarles sus ilusiones de reinas republicanas, magas travestis, carrozas que reivindican la libertad de los
indepens encarcelados, o zarandajas diversas aprovechando semejante una fiesta que solo les pertenece a los niños.

Sí, Antonio, ya ves que este mundo es cada vez más de plástico y no precisamente del de los juguetes, este es rígido, ofensivo y vuelve a ser intransigente ¡quién lo iba a decir!. Sin embargo te equivocaste, la ilusión en los pequeños permanece intacta.
Esta farsa en nombre de "las libertades" no es nueva, pero, afortunadamente, tampoco lo es que la cordura siempre vuelve. ¿¡Habrá días en el año para reivindicaciones!?

...Y siguieron corriendo los años, tendría yo treinta y tantos, paseaba por la Plaza de las Tendillas en Córdoba y a los pies de la estatua ecuestre del Gran Capitán, un hombre tenía otro "gran caballo", pero de cartón piedra, junto a un saco del que asomaba un torito, dos caballitos, una horrible muñeca del mismo material, ¡y el taxi de hojalata de la casa Payá!. Me agacho a verlos y me dice:
- Si se lleva usted dos se los pongo baratitos.
Le compré el lote, con saco incluido, por veinticinco pesetas, aquellas de entonces.


Y en ese momento comenzó todo de nuevo, los recuerdos… y mi colección de juguetes antiguos.

Bueno amigos, si os habéis portado bien, seguro que los Reyes Magos no os han traído carbón. (Nunca lo hacen). 

... a los pies de la estatua ecuestre del Gran Capitán...
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Continuará...
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