Día 23. Mañana
Santuario del Monte La Verna Perdonad que comience con esta imagen, pero aquí es donde Amelia y yo quisimos llevaros, o al menos con su hojas otoñales, pero... Eran los primeros días de mayo y paseabamos por el bosque en torno al Santuario de la Verna. Creímos estar solos con las avecillas y el hermano sol filtrándose entre las hojas, pero de pronto pasó él. Cred si os digo que hasta me dio pudor romper aquella paz con el click de la cámara, pero si no hubiera sido por el atrevimiento, nadie creería que sucedió. Y ahora vamos a recordar el paso por allí de los integrantes del XVII Encuentro, el día 23 de octubre.
Muy de mañana nos dirigimos hacia el Santuario del Monte La Verna que se encuentra de Asís hacia arriba y a la altura de la República de San Marino. Llegar hasta allí lleva su tiempo, una montaña aislada de 1.283 metros, situada en el centro de los Apeninos toscanos, no se culmina así como así. Ahora bien, está muy equivocado quien piense que la subimos calzando botas y bastón montañés o con arneses, cuerdas y mosquetones… pero eso sí, el autobús nos dejó… ¡uy qué lejos! Todo sea por la trascendencia del lugar, que así lo fue en la vida de San Francisco al haber recibido allí los estigmas. Y verdaderamente, también para nosotros resultó muy especial. En primera instancia, al roquedal sobre el que se eleva y al boscoso paisaje que lo corona, le tocaba “día de riego celestial”. Pero en este lugar, semejante hecho se convierte en diluvio nada fácil de digerir. Así que, pertrechados para la que nos caía encima y en procesión de pargaus, los viejos muros nos acogieron y nosotros gozosos de ello. Sin duda por tanto como reservaba en su interior.
En la entrada, al pasar por el robusto y austero arco adosado a las rocas, da la sensación de acceder a una fortaleza…, pero todo comenzó de forma más humilde, allá por el siglo XIII cuando el Conde Orlando, movido por cuanto admiraba a aquel santo de Dios, le regaló este aislado paraje como lugar para sus retiros espirituales. Francisco, agradecido, reconoce allí una espiritualidad inigualable y se instala con alguno de los suyos construyendo una sencilla ermita. Todos los acontecimientos posteriores lo llevarían a la profunda conexión con Dios a la que tanto aspiraba, identificando el cataclismo de aquellas rocas con el momento en que Cristo expiró en la Cruz.
Tras recibir los estigmas, La Verna se convirtió en lugar sagrado y esa iglesita, tambien dedicada a Santa Maria degli Angeli, como la de Asís y construida por los primeros frailes, fue ampliada levantándose a su alrededor un pequeño convento. El conjunto monacal que hoy vemos es producto de distintos avatares y ampliaciones a través de los siglos.
Nada más llegar nos tomó a su cargo una encantadora y erudita monja franciscana con la que ya había contactado Tomás Moreno para la visita, y bien que lo hizo, porque supo trascender la materialidad de cada espacio santo y cada obra de arte que veíamos.
Durante el recorrido, siguió llevándonos del suelo al cielo, y entre esos momentos, al admirar la Anunciación, una de las bellísimas cerámicas de della Robia en la que “María tiene al universo en suspenso esperando su decisión, incluido al Padre Eterno…” la narración no solo nos acercaba a la espiritualidad con que el artista debió trabajar sino que era imposible no ser partícipe de momento tan crucial.
Todas las capillas del monasterio cuentan con obras de Andrea, el más reconocido de esta familia de escultores y ceramistas, un auténtico museo, pero con las obras en el lugar para el que fueron creadas y en consecuencia cumpliendo el fin para el que fueron encargadas.
Cristo crucificado rodeado de ángeles y a sus pies, Francisco, María, Juan y Gerónimo o San Girolamo que se dice en Italia, preside la “Capella dellé Stimmate”. En el suelo y ante el altar, un cristal enmarca y protege la piedra que Fray León señaló al encontrar al Santo tras recibir los estigmas. La luz que Francisco abrió al mundo con su vida continúa simbólicamente en la llama, siempre encendida, que reposa sobre el cristal, sin alejarnos del estado de dudas y angustia que vivía en aquel momento y que le fue colmado con la señal con la que emulaba a Cristo definitivamente y de cuyo hecho, en septiembre de 2024 se cumplieron ochocientos años.
En este espacio me ha venido el recuerdo de la reproducción del cuadro de Murillo que había en el salón de estudios de nuestro colegio en Fuente del Maestre. Estaba situado sobre la puerta de acceso a las otras salas de estudio ¿o era sobre una de las puertas de entrada a aquel salón? Un lugar nada destacado cualquiera de ellos, pero a mí me ha llevado a visitarlo en el Museo de Bellas Artes de Sevilla en más de una ocasión. Maravilloso e impresionante pues con sus casi tres metros de altura, pareces estar presente en el momento de la renuncia de San Francisco a todo lo terrenal en ese abrazo con el crucificado. Ahí os dejo esta monada de estampita que mi madre tenía en un misal. Y retomando la "Capella delle Stimmate", os aseguro que vuelve a sobrecogerme como en la vez anterior que la visitamos. Lo trascendente allí, perdura para siempre en el alma. Aquel roquedal que cito, acogió entre sus grutas los retiros de Francisco y hasta ahí supo llevarnos la monja franciscana con su relato, pues al santo tal paisaje lo trasladaba al momento en que Jesús, exhalando el último suspiro, dijo, según parece ¿en arameo?: “¡Eloi, Eloi lema sabaktani!” así que no era difícil imaginar a Francisco leyendo a San Mateo y reviviendo el momento del cataclismo que sucedió a la muerte de su Maestro a quien tanto imitó. Nada le hacía falta imaginar, pues no cabe duda que tal refugio, es el resultado de las fuerzas de la naturaleza. PUEDES VERLO PULSANDO AQUÍ . IMAGEN 360º
El intento de algunos por acercarnos al Sasso Spicco, uno de aquellos lugares de meditación que escogía entre el roquedal, se vio frustrado a medio camino, pues viento y lluvia arreciaban sobre el bosque otoñal con demasiada energía y las hojas sobre el sendero en cuesta no pronosticaban un final feliz.
Nos habría gustado comer en el refectorio, no pudo ser, tantas bocas que alimentar necesitaban la multiplicación de los panes y los peces, así que, en un coqueto restaurante cercano, nada como un buen plato de … ¡pasta! Has acertado. Muy rico también el asado de cerdo relleno de setas... aunque a algún guasón le diera por asegurar que era conejo de aquellos roquedales, de la casta sin duda de los que frugalmente se alimentaron aquellos frailecillos del siglo XIII. Fuera lo que fuere y saciado el espíritu bien nos vino lo que vino ¡Y qué vino!
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Dia 23. Tarde
Santa María de los Ángeles en la Porciúncula Para los que no vinisteis, os comento que el hotel está aquí, al lado de Santa Maria degli Angeli in Porziuncola, de modo que nos vamos a acercar antes de que pase más tiempo a esta Basílica que bien puede considerarse el cofre de un relicario. Llegamos, tras la visita de la Verna y comida, con tiempo para un descanso. Bien sabéis los frailinos que es llamada la Porciúncula por la "porcioncilla" de terreno que, junto a la iglesita, le dio un abad de San Benito a nuestro protagonista para que se trasladara, junto a los demás "locos" que le acompañaban, desde los chamizos cercanos donde vivían en Rivotorto hasta allí, con la promesa de que cuidaran aquel pequeño templo. En su entorno volvieron a construirse las cabañas y sería aquí donde, oficialmente, se configuran como primera comunidad.
Os dejo este antiguo grabado que conseguí y tengo como un tesoro, aunque seguro que en cualquier convento franciscano habrá uno. Fue avanzada la tarde cuando nos acercamos, pero sin abandonar los paraguas. Pese a las apariencias, la lluvia era menos agresiva que en las matutinas alturas y el panoráma a la hora de vísperas se veía espléndido.
La importancia de visitar este hito tan relevante en la historia franciscana se vio ligeramente empañada por lo que fue la tónica general durante el viaje, asi que las obras de restauración vuelve a impedirnos el pleno disfrute de tan preciado monumento; Por un momento pensé que, de nuevo, el Señor se hubiera aparecido, en este caso al General de la Orden, pidiéndole que restaure su iglesia y al igual que Cesco, también se lo ha tomado al pie de la letra .
Uno de los hechos que sucediron en ese interior que véis, se produjo en 1211, cuando una noche, Chiara d’Offreduccio, llamó a la puerta pidiendo refugio tras la huida de la casa familiar y su vida aristocrática. Y ahí será donde, tiempo después, tomaría sus votos para entregarse a Dios y fundar la orden de las Clarisas.
Os dejo fotos, una vez más, de la visita de Amelia y mía. Pero permitidme hacer un parétesis para contaros algo más del Santuario del Sacro Tugurio di Rivotorto. En su iglesia se conserva lo que fueron las primearas cabañas donde vivían antes de ese traslado y que se mantuvieron durante muchos años aunque solo las ocupara un fraile. Avatares, guerras, incendios, terremotos, inundaciones y construción de distintas capillas que ampliaba a la anterior, hasta llegar a la iglesia existente hoy, que se consagra en 1903. En unas catas de 1925 se descubre la totalidad de lo que vemos, con el suelo original.
Se suprimieron todos los elementos arquitectónicos añadidos en distintas épocas (1455, 1600, 1854) profundizando hasta su estado actual. Ahí queda la ilustración que he realizado para imaginar aquellas noches de frío en semejantes cabañas que, por no tener, ni puertas tenían y descansaban por turnos. En esta búsqueda de información, he leído, que consta en los registros del Ayuntamiento de Asís, que los terrenos circundantes pertenecían al padre de Francisco.
Pese a que no pudimos acceder a la visita de esta iglesia ¡por obras! estaba recogido en nuestro itinerario por motivo bien trascendente, si íbamos tras los pasos del Poverello: desde allí partió aquel pequeño grupo a entrevistarse con el papa Inocencio III que, aunque sería imprescindible para la Orden, desconfiaba de las ideas y métodos del que estaba revolucionando todo lugar por el que pasaba. Tuvo que intervenir la Divina Providencia para alejar el temor de ser considerados como herejes. Por entonces la sede papal radicaba en San Juan de Letrán, donde finalmente pudieron tener la entrevista, aunque el papa seguía en su desconfianza. Finalmente, tendrá un sueño en el que vio a Francisco sosteniendo sobre sus hombros la Iglesia de Roma, sueño que irremediablente logró convencerlo para bendecir aquella nueva y santa aventura. Os dejo algunas fotos del lugar. Seguro que en algunas reconocéis a alguien. Bien, pues retomemos Santa María de los Ángeles de la Porciúncula. Fue construida entre 1569 y 1679 a instancias del Papa Pío V, por la gran afluencia de peregrinaos que no tenían espacio donde acogerse (Un papa que, pese a esto, no será santo de la devoción de nuestro amigo Diego García Araya, pues allá por 1567 promulgó una bula prohibiendo a toda la cristiandad realizar corridas de toros bajo pena de excomunión a perpetuidad). Pero a lo que vamos, diversas vicisitudes llevan a esta basílica hasta los saqueos por las invasiones ¡cómo no! napoleónicas, culminando con el desastroso terremoto de 1832 que, milagrosamente, deja intatacto el tesoro de su pequeña iglesia de la Porciúncula. Las obras de restauración duraron más de lo previsto, llegando hasta 1930 cuando se culmina su fachada con la colocación de la imagen de la Virgen en bronce dorado.
Os dejo "foto de foto" en una exposición de cuando estuvimos Amelia y yo y otra que hize con el zoom a la imagen real, junto a las de Joaquín realizadas en estos días. ¡Qué dimensiones! Además de la Porciúncula, en su interior guarda también lo que queda de la que debió ser la enfermería del convento, donde Francisco recibió a la Hermana Muerte cantando, cuando entregaba su alma al Señor. Convertida en Capilla, se la conoce por Capella del Tránsito. Lástima que estuviera oculta entre aquel marasmo de obra que continuaba detrás de la la Porcíuncula. Así que lonas, paneles, tablones y andamios impidieron contemplar tan venerados lugares en la verdadera dimensión que merecen dentro del gran templo que los acoge.
El interior contiene unos magníficos frescos del pintor Giovanni di Pietro que le llamaban lo Spagna (1520). Representan a los primeros compañeros de Francisco y a los primeros santos y mártires de la Orden. Preside el altar la urna que contirne el cordón del hábito de San Francisco y tras ello, una bellísima figura del Santo realizada por Andrea della Robbia en 1490, recordad tanto que vimos de este artista en La Verna. En la zona interior del convento, se conservan muchas dependencias primitivas que visitamos, entre ellas la Capilla de las Rosas y bajo ella el habitáculo sobre el que se cosntruye que no es otro que la cabaña donde el santo se retiraba. La historia de la capilla comienza en el jardín adyacente donde sugún la hagiografía, San Francisco, para huir de las tentaciones, se lanza a un rosal lleno de espinas del que milagrosamente sale ileso.
Allí sigue la descendencia de ese rosal que quedara sin espinas, cuya especie es llamada Rosa Canina Assisiensis. Afortunadamente fueron muchas las dependencias que pudimos visitar donde seguía la impronta del Poverello, así como un pequeño pero interesante museo.
Cae la tarde, y al salir de la basílica franciscana, las tiendas de recuerdos comienzan a cerrar, pero trattorie, pizzerie, ristoranti… comienzan a abrir. Es hora de la relajada cena al calor de charlas, risas y algún que otro “sucedido” … una más y nuestro buen amigo Juan Alba cierra el compromiso matrimonial con la ragazza della pizzeria. No se imaginaba semejante trance cuando desde las Américas y de vuelta a su tierra iba “cruzando la mar serena”. Pero dejo a él que lo cuente. “En el viaje maravilloso de la Ruta de San Francisco, con unos compañeros tan especiales, y para más señas en la trattoria Penny Lane Tavern de Santa María de los Ángeles de Asís, en la Italia… sucedió algo muy sorprendente: sin saber cómo ni cuándo, apareció Cupido entre la camarera italiana del restaurante y un servidor. El resultado fue que al día siguiente volvimos…, para confirmar nuestro amor y ahí concretamos seguir el romance desde la distancia. De modo que, San Francisco, todo está en tus manos". Juan, perdona mi atrevimiento, pero esto merece que León y Quiroga hagan algún que otro cambio:
Apoyá en el quicio de la pizzería Miraba encenderse la noche de Asís Pasaban los hombres y no los veía Hasta que en mi puerta te paraste tu. Serrana ¿me das la pasta? Y yo te dije: Ragazzo Ven y tómala en mis labios Que al dente te la daré… |